Uno de los íconos de antaño más recordados es sin duda el inolvidable “Reloj de la Paz”; existen varias generaciones que aun recuerdan su arquitectura estructural y la perfección de su maquinaria; su edificación fue panorámica y en cuyo entorno florecía una ciudad, la pujante Poza Rica, en medio de torres de perforación y la arquitectura industrial que la caracterizó, la iluminación nocturna fue concedida por los enormes quemadores que fueron parte de la exótica imagen urbana.
Todo inició en la década de los años 50’s; la comunidad china que vivió en esta ciudad en aquella época, con generosidad y agradecimiento a esta noble ciudad y a sus habitantes, hicieron la donación de un mecanismo de reloj público, guiados por el Gran Maestro Roberto Ham Sick quien fructificó la idea. Él se encargó de recoger los honorarios, trasladarse a Zacatlán, Puebla, y ordenar la fabricación del enorme cronómetro, allí trató con Don León Olvera, afamado relojero y fabricante de los mejores relojes del país, después regresó a Poza Rica con una fecha para la entrega, que se cumplió cabalmente al recibir el aparato cinco meses más tarde en esta ciudad.
Días después, en un acto sencillo pero protocolario la comunidad china entregó al Ing. Raúl Valencia Toledo, el mecanismo del enorme reloj; pero pasaron los días sin que se supiera nada, algunos meses y todo pasó al olvido; de pronto Cámara Jr. Cuyo lema es «Contribuir al adelanto de la comunidad mundial proporcionando a las personas jóvenes la oportunidad de desarrollar la capacidad de liderazgo, la responsabilidad social, el espíritu de empresa y el compañerismo necesarios para crear cambios positivos», revivió el proyecto.
Don Roberto Ham Sick con renovados bríos dos años después comenta con sus amigos fraternos de la Cámara Jr. determinado financiar la obra, Don Roberto pide a su hijo, el Arquitecto Arturo Ham Fernández que estaba asociado con su colega Cesar Lugo Barrera, y elaboran el diseño, después proponen la glorieta llamada “El Queso” que estaba ubicada frente al edificio “Álvarez”, en la Avenida Lázaro Cárdena y allí deciden levantar la escultural torre, mientras los hombres altruistas reunían el dinero para la obra.
Para entonces la Cámara Jr. estaba integrada además de Don Roberto Ham Sick con personajes de la talla de los señores: Fernando Schwartz Aguayo, Juan Coo Grajales, Benito Aladro Aguirre, Daniel Fernández García, Salomón Alí Galicia, Santiago García gerente de la “Relojería Cantú”, Juan Kattas Age, Efraín Carlos, Jorge Ganem, Contador Público Raúl Morales de la O, Teodoro Contreras, Ing. Ezequiel Pérez Pérez, Luis López Rendón, hombres altruistas por excelencia, quienes en el restaurante del “Hoyo 19” se reunían un día por semana para poner su parte por el progreso de Poza Rica.
En esta ocasión, ante la indiferencia de la autoridad municipal decidieron aportar el recurso monetario para erigir la torre para el enorme reloj; los recursos fueron cooperación personal con la fuerte convicción de servir a su comunidad, fue así como se inició a desplantar la cimentación de la torre, los obreros cavaron la cepa donde se colocó el concreto para la cimentación de hormigón, desde allí se inició el armado de una estructura de metal a base de secciones de ángulo que se fue sujetando para resistir el peso del mecanismo y las carátulas con las agujas.
La gente pasaba de prisa a su trabajo y de reojo echaba una mirada, veían como cotidianamente la obra avanzaba, después de quedar terminada la estructura con la apoyo de una grúa se instaló el mecanismo, que fue oculto como salvaguarda, seguridad que se tomó mientras se desplantaban las paredes de ladrillo aparente que le dio el acabado arquitectónico contemporáneo a su época, después vino el despliegue de dos vistosas paredes en forma cóncava que guardaron simetría y dieron estabilidad y estética a la torre, quedando confinada en el suelo por la guarnición radial de la glorieta llamada “El Queso”.
Aquella admirable obra de arquitectura donde lució el reloj con sus vistosas agujas se podía admirar desde lejos, muchas miradas lo buscaban para ubicarse en el tiempo cuando las prisas los alcanzaban; este monumento denotaba el pujante crecer y dinamismo de Poza Rica; en la actualidad pocos recuerda el día que lo inauguraron, sólo se sabe que fue en el año de 1962, algunas generaciones recuerda la esbelta efigie con cuatro caratulas, cada caratula con su minutero y horario, otras el mecanismo de cadena para darle cuerda, pero muchos con suspicacia volteaban a verlo cuando el silbato marcaba la hora de entrada a los talleres indicando el inicio de la jornada.
El día de su inauguración se encontraban presentes las personalidades que hicieron posible su edificación; los miembros de “La Cámara Jr.”, Roberto Ham, los arquitectos Arturo Ham Fernández y Cesar Lugo Barrera y otros invitados; el Ing. Raúl Valencia Toledo presidente municipal de Poza Rica develó una placa que decía, “El Reloj de la Paz” fue edificado para beneficio de la comunidad, gracias a la aportación de personajes altruistas de nuestra sociedad; el nombre nació debido a que ese año se denominó “El Año de la Paz”
El “Reloj de la Paz” fue un elemento ornamental y arquitectónico que disfrutó la gente en su torre emblemática, pero lamentablemente cuando se descompuso se convirtió en un elemento inútil, sufrió el desprecio popular y nadie lo volteaba a ver; pocos sabían que el reloj fue fabricado con una eminente técnica, quienes lo recordamos, lo veíamos medir el tiempo sin prestezas en aquellos tiempos del peculio petrolera, testigo del vertiginoso crecimiento de esta ciudad multiétnica, tuvo la serenidad de afora los vehículos por minuto en su contorno, al cruzar la calles se disfruta de su imagen y el tiempo aportado de forma fiel, no era afligido andar por aquel empalme, sino por lo contrario, fue un lugar sereno para andar. Espacio adyacente al histórico punto que se llamó “Kilometro 56”.
Cuando las manecillas del reloj dejaron de marcar las horas, sufrió de un paro mortal, transcurrió el tiempo y con ello la indiferencia, pasó a ser un estorbo que no tenía razón de ser, y ya no había más miradas para él; aquel Reloj que en su existencia vio pasar modas, revueltas estudiantiles, registró las diferentes épocas de Poza Rica, fue testigo de honor del auge vehicular, del crecimiento industrial y la mancha urbana con diferentes estilos arquitectónicos, donde él incrustó como un emblema de modernidad en esta ciudad, fue un atractivo dentro de la urbanidad en pleno desarrollo, también fue un alto obligado para la foto del recuerdo, no pasó desapercibido por nadie, políticos, artistas, pintores y fotógrafos entre otros lo visitaron, selló toda una época en esta ciudad. Una vieja postal lo recuerda en su momento de gloria.
La inactividad y falta de mantenimiento conllevó su inminente demolición en el año 1976 por considerarlo un escollo para el flujo vehicular intenso, aniquilación que se dio bajo la indiferencia de los ciudadanos que hoy lo extrañan y reclaman; si lo hubieran reubicado a otro lugar tuviéramos una huella viviente de nuestro pasado, hoy estuviéramos viendo aquella perfecta maquinaria sobre una torre a punto de cumplir medio siglo de existencia, obra que nació de la generosidad de ciudadanos bien nacidos y que tuvieron un inmenso amor por su patria chica.
En Junio del último año de la gestión municipal de 1995-1997, con tino se erigió una nueva torre con un reloj en Boulevard Adolfo Ruiz Cortines, punto donde se enlaza la calle Puebla y la avenida 20 de Noviembre, en cuya placa podemos leer con una fuerte dosis de tristeza “Esta obra fue realizada en sustitución del anterior Reloj de la Paz”, misma que también fue patrocinada por la iniciativa privada y comercios de renombre. Ahora este reloj que se ha convertido en un gran icono de Poza Rica y en un lugar de referencia que le da fisonomía de ciudad moderna. Hasta la próxima.
Testimonio del Arq. Arturo Han Fernández
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